miércoles, 28 de septiembre de 2016

Dos años y no sabemos dónde están

Esta semana recordamos la desaparición de 43 jóvenes estudiantes de la Normal de Ayotzinapa, crimen que no ha sido completamente esclarecido. Hace dos años escribía que estamos dejando un complejo tramado de problemas a los actuales jóvenes y que, nuestra generación no ha podido ofrecerles un entorno donde puedan desarrollarse. Para muchos la explicación de la desaparición de los cuerpos no es convincente, esta apreciación puede ser compartida por todos. La llamada verdad histórica no se sostiene a la luz de análisis cuidadosos. Como una primera explicación pudo haberse aceptado, pero posteriores evidencias o conjunción de hechos la descartaron. Desde mi punto de vista, al atroz crimen le sigue una muestra de incapacidad o de complicidad extrema del aparato de investigación para impartir justicia en nuestro país. No me queda más que volver a decir #yonomecanso de seguir reclamando que se castigue a los culpables, pero antes que nada que se informe con la verdad sobre los hechos. Hoy hay más de un centenar de personas enfrentando juicios acusados de haber participado en el crimen; pero ninguna explicación que resista análisis cuidadosos ha sido informada. Lamentablemente también surge la pregunta: ¿estas personas acusadas de haber participado lo hicieron? Es tal la desconfianza en las instituciones del estado mexicano que una de las principales tareas para transitar a una situación de bienestar es precisamente construir un verdadero ambiente institucional.
Por supuesto, que la construcción de este ámbito institucional se enfrenta a un arraigado entorno de corrupción, falta de ética y creación de una realidad aumentada basada en mentiras y apreciaciones que solamente pueden poner en entredicho el comportamiento ético de los que más beneficios tienen.
Insisto, estamos inmersos en una sociedad que está clausurando el futuro de nuestra juventud y aunque hacemos esfuerzos por implantar soluciones de largo aliento, los hechos parecen indicarnos que los daños causados tienen efectos mucho más perjudiciales de los que habíamos previsto.
Mi convicción de contribuir al desarrollo de los jóvenes es uno de los aspectos que me condujo a optar por el trabajo en la Universidad Nacional Autónoma de México, donde puedo generar conocimiento que busco sea el vehículo para que jóvenes se preparen y puedan construir las soluciones a la problemática que les estamos heredando. Por esta razón, no puedo ser pesimista y tengo que buscar aportar una visión con posibles soluciones. No puedo concebir a las instituciones de educación pública como armas para destruir, sino como herramientas para construir un futuro donde el bienestar social impere. Es importante mostrar a la juventud que podemos construir, no debemos transmitirles la amargura por los seres queridos perdidos en la batalla sin estrategia contra el narcotráfico que se emprendió en sexenios pasados.
Todavía no puedo comprender cómo las personas en el mundo, incluyendo nuestro país, han optado por comportamientos mezquinos que conducen al beneficio personal, en lugar de comportamientos altruistas para maximizar el bienestar social, incluso generan beneficios individuales.
Las conductas corruptas lo que ocasionan, precisamente, es optar por el beneficio personal a cualquier precio en lugar de seguir las reglas para conseguir beneficios a la comunidad.
El crimen que condujo a la desaparición de los 43 estudiantes de Ayotzinapa y la posterior ausencia de justicia marcan el punto de inflexión en la credibilidad que algunos tenían en el gobierno de la república y acentúa la desconfianza que otros compartíamos.
Ya tenemos dos años y no sabemos dónde están, luchemos porque nuestros jóvenes sepan que es posible encontrar soluciones a los problemas que maximicen en bienestar social.


Este artículo fue publicado el día 28 de Septiembre en la Unión de Morelos.

miércoles, 21 de septiembre de 2016

Infraestructuras para la sustentabilidad

La semana pasada comentaba de la necesidad que tenemos hoy de construir infraestructura para crear espacio de convivencia en nuestro entorno. Estos pensamientos surgen después de la guerra sin estrategia contra el narcotráfico del sexenio anterior y la drástica reducción del presupuesto debido a la caída de los precios del petróleo de este período y a la corrupción galopante y cínica del presente sexenio. Estas dos condiciones nos obligan a reflexionar seriamente sobre en qué podemos invertir para contrarrestar los efecto negativos que nos han dejado estos hechos. Desde mi punto de vista una de las mejores inversiones será la reconstrucción del tejido social y fomento al desarrollo local. Claramente, la educación es otra inversión; pero hoy quiero enfatizar la imperiosa necesidad que tenemos, en nuestro país y en nuestro estado, de construir infraestructura para la convivencia.
La tradición en muchas poblaciones era ir al parque central o zócalo a dar la vuelta, platicar, echar novio o echar novia, jugar encantados, platicar con los vecinos, escuchar la banda de música o simplemente dar la vuelta deambulando por el lugar. Estas actividades estaban rodeadas de comercio, conocimiento mutuo que disminuían las tensiones sociales y generaban un conocimiento entre las personas que propiciaban la solución de conflictos de formas menos nocivas para todos. Estas actividades son recomendadas por la premio nobel de economía Elionor Ostrom como una forma de construir un desarrollo que conduzca al beneficio social en lugar de al individual.
Así nuevamente estoy llamando la atención de los tomadores de decisiones en el entorno de los municipios de Temixco y Emiliano Zapara donde he observado que la población está usando un puente construido exclusivamente para el uso de vehículos motorizados como una vía para cruzar caminando o en bicicleta la autopista Cuernavaca Acapulco y trasladarse entre los dos municipios. En los extremos de dicho puente podemos encontrar dos centros comerciales que bien podrían verse beneficiados de la construcción de andadores lo suficientemente anchos para que sean compartidos con ciclistas. Hace un año para caminar entre los dos lugares se recorrían casi tres kilómetros dando un rodeo muy extenso, hoy en día se recorre aproximadamente un kilómetro para ir de un lugar a otro. En ambos extremos de este puente, como ya mencioné, hay dos centros comerciales, con locales de diferentes giros. La población ya está usando esta vía y dado que no fue pensada para su uso peatonal, las personas tienen que sortear a los automóviles que salen o entran de la autopista.
Por supuesto la solución no es prohibir el tránsito de peatones o ciclistas, sino darles la seguridad para que usen esta vía y además, si se provee de buena infraestructura, se puede convertir en un espacio de convivencia. Nada más gratificante sería ver entre semana a los estudiantes de la Universidad Tecnológica Emiliano Zapata o a las estudiantes del CeCyTE Zapata o a las estudiantes del IER-UNAM o de la UAEM usando con sus bicicletas estas vías. Por supuesto que los trabajadores podían hacer lo mismo y cruzan en forma segura este puente. Hoy en las mañanas se puede observar a personas caminando o corriendo, de hecho haciendo ejercicio; pero no en instalaciones adecuadas. Estoy seguro que los fines de semana, si hay lugares adecuados las familiar de Temixco y Emiliano Zapata disfrutarán de estos espacios enseñando a andar en bicicleta a los más pequeños o dando paseos tomados de la mano o abrazados los más grandes.
Como lo dije la semana pasada, estamos justo a tiempo para hacer una inversión y propiciar lugares de convivencia que contribuyan a restaurar el tejido social que se ha roto por las situaciones que todos conocemos.
De esta manera, inversiones que ayuden a reconstruir el tejido social y contribuyan a generar espacios de convivencia son alternativas que trazan caminos hacia la sustentabilidad, optemos por ellas.

Este artículo fue publicado el día 20 de Septiembre en el periódico La Unión de Morelos.

miércoles, 14 de septiembre de 2016

Espacios para convivir

En estos momentos de crisis debemos apostar por verdadera inversiones de largo plazo. Como bien saben enfatizaré los aspectos científicos, pero también les compartiré una experiencia que quizás podamos concretar en una verdadera inversión para nuestro Estado de Morelos. Por supuesto que la idea podría ser retomada en cualquier otra parte de nuestro país o el mundo.
La semana pasada estuve en Montevideo, Uruguay participando en el Foro de Ciencia para Latinoamérica y el Caribe (CILAC). En particular estuve platicando en las sesiones paralelas que organizó el Centro LatinoAmericano de Física (CLAF), cuya objetivo fue ilustrar cómo la física ha impactado en problemas reales en nuestros países; pero que todavía no lo hecho con la suficiente contundencia por falta, precisamente de una inversión. Además de la inversión monetaria hace falta preparar personas que puedan contender con la problemática. Los participantes nos enfocamos en dos aspectos fundamentalmente, la salud y la energía. Este segundo ya lo he abordado varias veces en esas páginas y solamente diré que la promoción del uso de las energías renovables es una imperiosa necesidad y por supuesto en ellas hay infinidad de temas de física. Desde la compresión del efecto fotovoltaico que captura un fotón para convertirlo en un par electrón hueco, que puede circular por el material produciendo una corriente eléctrica que usamos en muchísimas aplicaciones hoy en día, pasando por el entendimiento de la mejor aerodinámica para construir aspas que moverán un generador y producirán energía eléctrica, hasta el conocimiento para fabricar materiales absorbedores de radiación solar que permitan calentar fluidos para que luego los usemos en cualquier aplicación térmica.
La parte correspondiente a la salud fue expuesta por un colega uruguayo que enfatizó la necesidad que tenemos para contar con especialistas en física médica que sean capaces de manejar, entender y dosificar las radiaciones que se usan habitualmente en los aparatos para diagnóstico y tratamiento de diversas enfermedades. Para ello es muy necesario el entendimiento profundo de la interacción radiación materia y con ello poder accionar mecanismos específicos de respuesta donde se desean, en lugar de afectar los tejidos que están sanos.
Regreso a la parte de experiencia de mi viaje. En mis andares me encanta caminar y con ello conocer de cerca el comportamiento de los lugareños. Lo mismo hago cuando voy a alguna ciudad en México o en el mundo. Caminé por las Ramblas de Montevideo, son espectaculares. A la altura de Montevideo el Río de la Plata es anchísimo, parado en la orilla no se puede ver el otro extremo. Desde la playa, efectivamente hay arena en las orillas y así de repente se tiene la ilusión de estar en un mar, pero sin olas. Las ramblas son una gran avenida sobre la ribera del río, pero con grandes andadores para caminar o patinar o andar en bicicleta. Muy pocos lugares han sido concesionados a particulares y prácticamente unos 40 km son reservados para el uso comunitario. Si, se pueden imaginar esos 40 km desde Montevideo hasta Carrillo, por un lado el inmenso río y por el otro muchísimos edificios de departamentos donde muchos de ellos tienen comercios en la parte baja que promueve el desarrollo local y algunos empleos en la misma zona. Por supuesto desde los edificios se puede apreciar el horizonte y el navegar de los barcos que se dirigen hacia Montevideo o Buenos Aires.


Seguramente, se preguntarán, pero en Morelos no tenemos ríos tan anchos o mares, qué podemos aprender de las ramblas uruguayas. Pues la construcción de infraestructuras para el disfrute de la sociedad tiene beneficios a largo plazo y se gozan por todas las personas. En Montevideo vi personas caminando usando los celulares o accesorios más modernos al mismo tiempo que familias humildes sentadas en la playa disfrutando de la comida que habían preparado. El caminar brioso de los jóvenes contrastando con el andar pausado de los mayores. La algarabía de los niños y el mutis de los lectores sentados en bancas que periódicamente se distraen para sonreír por las chiquilladas de su alrededor.
Propongo hacer infraestructura para compartir, por ejemplo entre Cuernavaca y Cuautla se podría hacer una “rambla” terrestre donde por su parte central pudieran circular los autos o autobuses y por las laterales hubiera espacio suficiente y de calidad para que transitaran bicicletas o peatones. En las márgenes de este camino podría haber diversos servicios, como los hay hoy: fondas, restaurantes o balnearios o tiendas o centros de esparcimiento. Seguramente sería un atractor turístico para actividades que no perturban a los lugareños y sí incrementa su calidad de vida.
Algo más sencillo y concreto. Hoy hay un puente, que originalmente se diseñó solamente para automóviles, que está siendo usado por muchos peatones o ciclistas que caminan de Temixco a Emiliano Zapata pasando por arriba de la autopista México Acapulco. El caminar no es seguro en el puente es necesario acondicionarlo para que los peatones o ciclistas tengan seguridad al usarlo. Los actuales estudios indican que la infraestructura debe separar físicamente los ciclistas y peatones de los automóviles. Este puente une dos zonas comerciales que bien podrían beneficiarse de la adecuación para que sea un primer paso peatonal/ciclista/coche del Estado. Todavía se puede construir la infraestructura adecuada; pero estamos en el justo momento de construirla o perderla para siempre. Hay que tomar acciones y pronto.
Este conjunto de ideas podría ser retomada por los presidentes municipales y establecerlas en los reglamentos de construcción y urbanización. Construir este tipo de infraestructuras sería un generador de bienestar social. Así, todo nuevo desarrollo urbano debería contar con los accesos donde se pueda caminar andar en bicicleta y conducir vehículos automotores en fin convivir y hacer vivible el desarrollo.

Una versión previa de este artículo fue publicado el día 14 de Septiembre en el periódico la Unión de Morelos.