miércoles, 17 de agosto de 2016

Seleccionar soluciones con bondades en el largo plazo.

El día de ayer martes me invitaron a los Diálogos para la Sustentabilidad en la Ciudad de México. Este evento organizado por el Colegio Nacional y la UNAM es una de las respuestas de la academia ante la crisis ambiental y social que enfrenta la Ciudad de México; pero esta situación es desafortunadamente compartida por la mayoría de las ciudades de nuestro país. Esta problemática, en la ciudad de México, fue anticipada en la década de los ochentas del siglo pasado; pero nosotros como sociedad no supimos evaluar la situación y decidimos optar por los menores costos en aquel tiempo. Aunque ahora pagamos costos mayores y con réditos sin haber resuelto la problemática, solamente tomamos paleativos.


Considero importante repetir la argumentación y enfatizar los problemas que tenemos y que seguramente en el futuro cercano pueden agravarse hasta caer en una crisis de proporciones mayúsculas que no aquilatamos y no hemos visto antes.
La idea de dialogar para conseguir la sustentabilidad abre la posibilidad de discutir los problemas, encontrar sus orígenes y proponer acciones para enmendar y vislumbrar soluciones.
En el ámbito citadino la energía usada en el transporte es una de las principales fuentes de contaminación. Por esta razón, el uso de transporte eficiente y no emisor de gases de efecto invernadero es, sin discusión, la solución considerando las dimensiones ambientales y sociales. Sin embargo, se apela a la dimensión económica para argumentar su inviabilidad. En mi opinión, es precisamente esta dimensión económica que reforzaría la selección de un transporte no emisor de contaminantes si consideráramos todos los costos del uso de la energía.
Necesito aclarar esta frase de todos los costos del uso de la energía.
Esta afirmación indica que en el precio que hoy pagamos por la gasolina para movernos en automóviles o autobuses no incluye todos los costos. Esto es totalmente cierto. Los costos totales deberían incluir el dejar el ambiente en las mismas condiciones que antes de haber quemado la gasolina. Para que esto último pueda ser alcanzado se requiere que el bióxido o monóxido de carbono producto de la combustión en los motores sea colectado y depositado en lugares seguros que no modifiquen la composición de la atmósfera o de los océanos. Verdaderamente hoy en día los motores de combustión interna que utilizamos para movilizarnos son tremendas fuentes emisoras móviles de gases de efecto invernadero que cambian la composición de la atmósfera. Una posible solución es utilizar motores más eficientes, pero eso solo es una ilusión ya que las emisiones serán menores por el kilómetro recorrido y claramente la composición de la atmósfera cambia. Otra alternativa es aumentar la infraestructura, como con el libramiento de Cuernavaca, y con ello disminuir el tiempo de funcionamiento de los motores al recorrer las distancias; pero nuevamente las emisiones se realizan.
Solo hay dos soluciones posibles el día de hoy utilizar: 1) motores que usen hidrógeno como combustibles o 2) motores eléctricos. Estas dos posibles soluciones implican que en algún otro lugar se almacenará la energía en hidrógeno o en baterías y, entonces, se deberá producir secuestrando el carbono o con energía renovables el hidrógeno o la electricidad necesaria. Sin embargo, es más fácil secuestrar los gases en un solo lugar que intentar hacerlo en los millones de motores de combustión interna utilizados en los automóviles o autobuses.
Hoy se dice que estas dos alternativas son caras; pero estas dos soluciones facilitan el secuestro del carbono o el uso de las fuentes renovables de energía y minimizan los daños al entorno.
Como ciudadanos debemos analizar la situación y exigir verdaderas soluciones para los problemas que nos aquejan y seleccionar aquellas que nos garanticen su bondad en el largo plazo.

Este artículo fue publicado el día 17 de Agosto en el periódico La Unión de Morelos

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