miércoles, 27 de julio de 2016

La cooperación en poblaciones puede conducir al esplendor

En estos días donde las noticias en el mundo se refieren a atentados contra la vida de personas que, como cualquiera de nosotros, camina por las ciudades, se mueve en transporte público, asiste a una festividad, sea religiosa o civil o gobiernan un municipio quiero abundar sobre un punto que debemos entender y que descuidamos.
Compartimos un planeta, territorio, ciudad, colonia o condominio y en muchas ocasiones manifestamos un poderoso actuar egoísta que atenta contra el bienestar colectivo, de todos.
La semana pasada escribí sobre la problemática de compartir y que debemos aprender a hacerlo, recibí dos comentarios sobre ese texto de dos colegas científicos. Los dos me hicieron notar que había escogido como ejemplo algo banal y que el comportamiento egoísta tenía mucho más manifestaciones. Aquí me permito transcribir algunas frases de Agustín López Munguía: “Tienes toda la razón. Sin embargo me parece que en nuestro cotidiano hay una infinidad de acciones mucho más graves y más egoístas que las que señalas. Nuestra simple incapacidad de aceptar las reglas de tránsito para no ir más lejos. Nuestra incapacidad para implementar el famoso “uno y uno”, los embotellamientos por bloqueo de los cruceros, el no detenerse en la luz roja, o seguir circulando “aprovechando” que los autos siguen pasando ... todo deriva de lo mismo que señalas: mi tiempo es más valioso que el tuyo. Te recomiendo el artículo de Jorge Volpi de hoy (sábado 23 de julio 2016) en Reforma, sobre Empatías. Inicia con una anécdota que va mucho más allá de considerar el tiempo del otro tan valioso como el de uno mismo, y es considerar al otro tan valioso como tu mismo.” Mientras que una científica que se transporta todos los días en la Ciudad de México en bicicleta, Natalia Mantilla, comentó: “Entiendo que la situación de la que hablas, dentro de un estacionamiento, le da «sentido social» al estacionarse en doble fila y me parece una observación relevante e interesante. En lo cotidiano me topo con todo tipo de coches mal estacionados (en lugar prohibido, o en segunda y tercera fila) y me impresiona un tanto la falta de autocrítica o de responsabilidad implícita en ello, además de que en este caso sólo hay agandalle y no un compartir. Creo que tu reflexión y la de Volpi, que cita Agustín, son necesarias en este tiempo, y me sigo preguntando de qué manera podremos avanzar hacia una convivencia más consciente, amable, sana y solidaria”.
Por estos comentarios considero importante que analicemos las posibilidades de aprender a compartir y algo quizá más profundo aprender a tomar decisiones cotidianas que apunten al compartir para lograr una autoorganización óptima.
Con estas ideas en mente me encontré un muy interesante artículo de científicos trabajando en México sobre un modelo matemático para la organización social colectiva de los antiguos teotihuacanos.
Recordemos que Teotihuacan fue una de las metrópolis más pobladas en el mundo de su época y en ese artículo se comenta que la tradición en arqueología sugiere asociar la complejidad social de las metrópolis con una jerarquía centralizada. Sin embargo, hay datos que indican que en Teotihuacan hubo un gobierno de co-gobernantes, y algunas tradiciones artísticas expresan una ideología igualitaria. En este artículo Tom Froese, Carlos Gershenson y Linda R. Manzanilla elaboraron y analizaron un modelo matemático de una red hipotética de representantes en la ciudad para probar formalmente el concepto de que la cooperación generalizada de una manera totalmente distribuida es algo posible. En ese modelo, las decisiones se convierten en configuraciones auto-organizadas óptimas a nivel global a pesar de que algunos representantes locales se comportan y modifican sus relaciones de una manera racional y egoísta. Esta autooptimización requiere crucialmente de las ocasionales interrupciones comunales de la actividad normal, y la autoorganización desaparece cuando algunas secciones de la red son demasiado independientes. Por supuesto los autores plantean que estos ciclos contribuyeron a la desintegración de la megalópolis teotihuacana.
Con estas menciones considero importante saber que han existido períodos en la historia donde el comportamiento cooperativo y colectivo ha permitido construir entornos de esplendor; aunque debo reconocer que hoy sabemos que debemos considerar al entorno natural para posibilitar que estos períodos tengan una mayor duración.
El comportamiento no egoísta puede aumentar el bienestar social y con ello optimizar el bienestar individual de cada uno.


Este artículo fue publicado el día 27 de Julio en el periódico La Unión de Morelos

miércoles, 20 de julio de 2016

No sabemos compartir

¿Cuántas veces hemos visto comportamientos egoístas en nuestro entorno? Desde mi perspectiva los veo muy seguido en nuestra vida diaria. Por ejemplo, un día entre semana en la plaza de Domingo Diez, de Cuernavaca, que tiene un estacionamiento pequeño y una sección donde se permite estacionarse en segunda fila en batería. Las personas que ahí ayudan a los conductores para estacionarse se comprometen a ir a buscar a los automovilistas que se estacionan en segunda fila y así aumentar la capacidad del estacionamiento, la idea es compartir el bien común. En esta situación que precisamente implica un comportamiento cooperativo para aumentar el bienestar de todos, podemos ver dos diferentes comportamientos egoístas. El primero es llegar y estacionarse en la segunda hilera aunque esté vacía la primera. Este comportamiento indica que no se quiere ningún retraso al salir, ya que si se ocupa la primera hilera es probable que un segundo conductor se estacione detrás de nuestro vehículo retrasando la salida del que ocupó la primera hilera. El segundo comportamiento egoísta es estacionarse en segunda fila cuando alguien ya ocupó la primera y no acudir rápidamente a mover el auto cuando sea requerido. En ambas circunstancias las personas que tienen estos comportamientos asumen que SU tiempo es mucho más valioso que el de los otros. Es precisamente este tipo comportamiento el que ocasiona conflictos sociales cuando necesitamos compartir los bienes comunes.
Acciones tan sencillas como estas se pueden apreciar en muchos momentos en nuestra vida cotidiana y muestran un profundo egoísmo de las personas que las hacen. Por supuesto que compartir conlleva el aceptar algunas concesiones hacia los otros. El considerar que el tiempo de los demás es tan valioso como el nuestro nos llevaría a siempre seleccionar la hilera del estacionamiento que permitiera aumentar la capacidad del mismo y, así, disminuir el tiempo de espera de otros que en otras circunstancias podríamos ser nosotros mismos. También el actuar rápidamente y mover el auto de la segunda hilera para permitir que la persona que ocupó la primera y nos dio la oportunidad de estacionarnos atrás de ella salga expeditamente, implica que agradecemos su acción y correspondemos actuando rápidamente.
El comportamiento que promueva la cooperación es una conducta que se aprende desde pequeño y que debemos fomentar en las personas pequeñas con las que convivimos. Estas sencillas reflexiones nos conducirán a razonamientos que promuevan nuestra responsabilidad social hacia los otros. Por supuesto, que la conducta autolimitante que implica el saber compartir, permitirá tener una mayor conciencia social y ambiental.
Respecto a estos comportamientos egoístas, me permito recomendar la lectura del libro de Jared Diamond “El mundo hasta ayer” en especial el capítulo de “amigos, enemigos, desconocidos y comerciantes” donde comenta que el comportamiento cooperativo se da más fácilmente en sociedades que se conocen y se identifican como “”amigos” en cambio cuando se reconocen como competidores o “enemigos” la situación cambia y el comportamiento egoísta aflora.
Quizá, precisamente el comportamiento egoísta aflora en nuestras ciudades debido a que sus habitantes ya no nos reconocemos como “amigos” sino más bien como competidores. Otra posibles razón es que las actividades que se realizan en sitios públicos se han reducido a actividades “de compra”; es realmente triste que los antiguos paseos dominicales al zócalo para jugar con los “amigos” se hayan sustituido por la ida a la “plaza comercial”. Claramente, en las plazas comerciales se observa al “otro” como un competidor por la adquisición de mercancías; de aquí la importancia de recuperar los lugares públicos para la convivencia cercana de los habitantes de las ciudades. Es más, un cambio de paradigma y propiciar el comercio en locales cercanos a las habitaciones donde interaccionemos con los vecinos, más que construir grandes centros comerciales donde lo impersonal y competitivo florece.

Este artículo fue publicado el día 20 de Julio en el periódico La Unión de Morelos.

miércoles, 13 de julio de 2016

Local y mundial

Este mes y medio estuvimos bajo el bombardeo de las noticias de los campeonatos continentales de fútbol. Empezamos con la copa América para terminar este domingo con la Eurocopa. Durante este tiempo muchas personas comentaban sobre los esos partidos y se olvidaron por algunos momentos de los otros partidos, si lo políticos, que en nuestro país han perdido credibilidad. El hablar sobre la falla del penal de Messi tuvo mucha mayor difusión que la renuncia de Agustín Basave Benítez al PRD. También esa noticia tuvo mayor repercusión que el anuncio de que Enrique Ochoa Reza ocupa en cuatro años diferentes puestos en el ámbito político nacional: subsecretario de Hidrocarburos, director de CFE durante la primera fase, no concluida, de la reforma energética y a pasa ahora a presidir el PRI.
Tampoco se analizó por la mayoría de las personas los resultados de las elecciones pasadas en más de diez estados donde se eligieron nuevos gobernadores y donde una coalición PAN-PRD ganó varias de estas elecciones. Estas coaliciones aprovecharon el descontento de la población con respecto a las acciones de los actuales gobiernos locales y obtuvieron mayoría de votos donde nunca antes había habido una alternancia. Aprovecharon el descontento que también fue utilizado en Cuernavaca para ganar la presidencia municipal por el candidato del PSD.
Ayer leí la noticia de que Cuauhtémoc Blanco nombró nuevo secretario del ayuntamiento a Samuel Sotelo Salgado. En mi opinión es necesario que las personas que vivimos en Cuernavaca participemos más en las tomas de decisiones que nos afectan directamente. En un mundo globalizado a veces nos llama más la atención los dichos de Donald Trump que lo que menciona el presidente municipal sobre sus acciones de gobierno. No estoy diciendo que los dichos del posible candidato del partido Republicano al gobierno de los Estados Unidos sean poco relevantes para una persona que vive en Cuernavaca; sino que a esta persona también le debe importar, y por lo tanto, poner atención y estar enterada de lo que sucede en su entorno inmediato.
La apatía que presentamos muchas personas a los acontecimiento locales se nota más en el ámbito deportivo. La noticia de Portugal como campeón en Europa fue más comentado que el campeón del fútbol en el Estado. De aquí la importancia de que los periódicos locales contengan información local y nosotros nos enteremos.
En este tenor me sorprendió la noticia de que en Cuernavaca tenemos un aire limpio, hecho que contrasta dramáticamente con las noticias en este tema en la Ciudad de México. Aunque la topografía es diferente y los niveles de contaminantes son menores en Cuernavaca o Cuautla es importante que en nuestras ciudades morelenses se tomen acciones para disminuir los niveles de contaminación. Para muestra de acciones muy sencillas, mencionemos dos: promover el uso de calentadores solares en las viviendas, profesionalizar el transporte público y propiciar que sea eléctrico. La primera tiene beneficios ambientales inmediatos al evitar la quema de gas para calentar agua y su costo implica una ganancia monetaria en unos tres años. Es decir, si en una casa habitación se instala un calentador solar los beneficios son ambientales y económicos. La segunda acción, puede ser cuestionada en el sentido económico; pero este cuestionamiento tiene una mira de muy corto plazo. El transporte público de calidad es una de las herramientas más poderosos que tienen los gobiernos locales para incrementar la calidad de vida de las personas. El costo actual de estos vehículos eléctricos es mayor que el de los vehículos con motores de combustión interna; pero no emiten gases a nivel de la calle y por lo tanto no lo respira la población. Además evita pasear por la calles una fuente de energía térmica que calienta su entorno y provoca disconfort en la población. Los beneficios a la salud pagan con creces el sobreprecio de los vehículos.
Los gobiernos locales pueden promover la discusión de leyes y normas de construcción que consideren la instalación de calentadores solares. También analizando y proponiendo sistemas de transporte público de calidad y sin emisiones a la atmósfera,
Las soluciones a los problemas que nos afectan no son solamente grandiosas plantas generadoras de electricidad o trenes balas; sino que incorporan acciones individuales, locales y a nuestro alcance. Así, desde mi punto de vista, es importante conocer y actuar tanto en el ámbito local como mundial.


Este artículo fue publicado el día 13 de Junio en el periódico la UNIÓN de Morelos

miércoles, 6 de julio de 2016

Tenemos que actuar

Estas semanas he leído diferentes columnas en periódicos u oído comentarios sobre la dificultad de conseguir una economía verde o un desarrollo económico entonado con el ambiente. Por supuesto que el paradigma de la sustentabilidad radica precisamente en encontrar el balance entre los ámbitos social, económico, natural y organizacional (institucional). Así el paradigma consiste en generar acciones que consideren las cuatro direcciones de la brújula de la sustentabilidad (Naturaleza, Economía, Sociedad y Organizacional) claramente todos nosotros sabemos que en el espacio físico los caminos solamente pueden dirigirse a una dirección o quizá establecer direcciones entre dos de los puntos cardinales; pero la sustentabilidad requiere que en cada acción contemplemos todos los ámbitos. Este requerimiento es realmente un verdadero reto.
Por supuesto que la inclusión de aspectos sociales limita las ganancias para un individuo; pero este individuo debe conocer que la autolimitación conducirá a un desarrollo más equilibrado y con ello fortalecerá la seguridad en su entorno. Al contemplar los aspectos naturales podrá conseguir un mejor ambiente y por lo tanto salud y esparcimiento natural. Cuando se contempla conseguir beneficios económicos de los entornos naturales y se persigue que estos beneficios estén disponibles por generaciones se estará reduciendo la rapidez con que fluye lo monetario, pero se logrará que tanto los ámbitos naturales como sociales se vean fortalecidos. Sin duda para esto último es necesario que las normas sean consensadas y se cumplan.
Lo anterior son lucubraciones teóricas o de modelos construidos por científicos de todas las ramas desde las naturales hasta las sociales, sin embargo debemos ser capaces de proponer acciones cotidianas que permitan a todos nosotros contribuir con la ruptura del paradigma de obtener lo máximo posible en el menor tiempo y construir la opción que genere beneficios sociales duraderos.
Las estrategias para determinar las acciones son múltiples y ya son conocidas por todos nosotros: usar energía solar, separar los desechos sólidos, reciclar, reducir, reusar, hacer compostas, cuidar los jardines y parques, usar el transporte público, pagar salarios que permitan tener satisfactores, apagar las luces que no usamos, disminuir el uso de vehículos con motor de combustión, no desperdiciar el agua, usar eficientemente la cocina, no pedir bolsas cuando compramos, pagar lo justo por mercancías, fomentar el comercio justo y muchas otras más. Todas estas pequeñas acciones, que muchas de ellas están completamente a nuestro alcance, contribuyen a construir la opción de beneficios de largo plazo.
Evidentemente un compromiso social de gran envergadura (gobiernos, empresas y sociedad civil) podría facilitar este tránsito hacia la sustentabilidad; pero en la ausencia de esta situación cualquier contribución, por pequeña que sea, redundará en trazar rutas certeras y perdurables hacia un bienestar social.
Debo insistir en que debemos definir indicadores (cocientes de mediciones) que permiten monitorizar el desempeño de las políticas o acciones que emprendemos. Así la huella ecológica que indica el impacto que causamos en nuestra vida diaria sobre la biósfera. Hoy en día el 86% de la población vive en regiones donde se le exige más al ambiente natural de lo que puede ofrecer, así se contamina el aire, la tierra, el agua o se explotan los recursos naturales a una tasa mayor de la que se pueden regenerar (para más detalle consultar [1]).
Estas frases suena huecas cuando en nuestro país sufrimos una desigualdad lacerante: el gobierno impone políticas sin contemplar la diversidad de las localidades, la corrupción ha capturado a organizaciones gubernamentales, empresariales y sociales y a individuos por igual. Esta desigualdad ha causado que en la búsqueda de satisfactores inmediatos se violenten las más elementales reglas de la convivencia.
Requerimos un esfuerzo que va desde lo individual pasa por lo colectivo y llega hasta lo mundial, pero todo empieza en nuestro diario actuar, no dejemos pasar la oportunidad de tomar acciones concretas que apunten hacia la sustentabilidad.

[1] Siguiendo la Huella por Mireya Imaz et al. (México, UNAM-Siglo XXI, 2015)

Este artículo fue publicado el día 6 de Julio en el periódico la Unión de Morelos