miércoles, 3 de febrero de 2016

No debemos argumentar que no sabíamos

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Estaba en el supermercado pasando por la sección de jabones y escuche a dos personas platicando: “No compres el jabón de pasta... es mejor el líquido”. Es muy común escuchar, recibir y dar este tipo de recomendaciones a la hora de adquirir algún producto; pero con qué criterios se emitió el juicio de mejor. En otras ocasiones he mencionado que varios de los problemas que hoy en día enfrentamos se deben a que cuando se desarrollaron algunas soluciones o productos se desconocían sus posibles efectos secundarios, pero ahora ya lo sabemos. Esto es muy claro en el ámbito de las medicinas, donde se han establecido protocolos de investigación para determinar los efectos secundarios no deseados de los nuevos medicamentos. Este cuidado que se tiene actualmente con los medicamentos es un procedimiento que deberíamos extender para todo lo que consumimos, usamos o creamos.
Así con el conocimiento científico de hoy podemos tomar decisiones menos dañinas para nosotros. Cuando me refiero a nosotros, incluyo a otras personas y al ambiente, así la frase de menos dañinas debe entenderse en un sentido muy amplio y con implicaciones de largo plazo.
En este sentido, debemos empezar a promover un tipo de análisis detallado de los impactos (benéficos y dañinos) que causan los productos o procesos que desarrollamos con la nueva tecnología o que se han aplicado por décadas o siglos. A este tipo de análisis se les conoce como análisis de ciclo de vida (ACV o LCA, por sus siglas en inglés). Desde mi punto de vista con este tipo de análisis, que debe explicitar los supuestos en los que se basa y las condiciones en las que se realizó, es que podemos empezar a tomar decisiones. De esta manera, podemos realmente llegar al construir una sociedad del conocimiento. No basta con que alguna parte de la sociedad conozca el proceso, sino que toda la comunidad involucrada debe participar de este conocimiento.
Déjenme regresar a la pregunta inicial y comentar que en 2009 se realizó un cuidadoso análisis, con esta perspectiva, de dos tipos de jabón para lavarse las manos. En este estudio Annete Koehler y Caroline Wildbolz llevaron a cabo una evaluación detallada del ciclo de vida de nueve productos de cuidado en el hogar y de higiene personal. Su objetivo era cuantificar y comparar los impactos ambientales de los productos que se podrían utilizar para la misma aplicación, por ejemplo, barra jabón contra el jabón líquido para lavarse las manos. En este aspecto podemos resumir su resultado como: Aunque la huella ambiental de 1 kg de barra de jabón desde su fabricación hasta su final tiene mayores impactos negativos que la del jabón líquido; el lavado de manos con jabón en barra, en general, resulta tener un impacto menor al jabón líquido para todos los indicadores que ellas estudiaron. Los productos en barra muestran claras ventajas y desventajas: el lavado de manos con jabón en barra requiere cantidades más pequeñas de jabón, y esto provoca impactos considerablemente más bajos en la cadena de suministro de barras de jabón. Sin embargo, se necesitan volúmenes de agua caliente más grandes para la aplicación de barra de jabón, y las cargas ambientales en consecuencia son más altas. Desde mi punto de vista es importante notar que este estudio fue realizado en Suiza, en un contexto europeo, y por ende consideran muy importante el uso de agua caliente en el lavado de manos, aspecto que pudiera ser menos relevante para el caso mexicano. De aquí la necesidad de empezar a realizar este ACV para los productos que usamos y con las formas que los usamos en nuestro país. Claramente, también puede ser importante contextualizar en las diferentes regiones de México.


Es importante conocer las sustancias y las consecuencias de usar productos en el largo plazo; el análisis de ciclo de vida de los productos nos da información para decidir

Este tipo de estudios ha sido promovido por la Asociación Internacional de Jabones, Detergentes y Productos de mantenimiento (AISE por sus siglas en inglés) desde 2005 para promover estrategias para la sustentabilidad de la industria de productos de limpieza. Con este marco recientemente se publicó otro trabajo realizado por un grupo europeo que comparó los estudios de seis categorías de productos de limpieza para el hogar: lava trastos, líquido lava ropa, líquido lava-ventanas, líquido para aspersar para baños, líquido con ácidos para baños, y fluidos blanqueadores de baño sin ácidos. En este estudio se concluyó que las variables que determinan los resultados para detergentes lava trastos y detergentes para ropa son: la temperatura del agua, el consumo de agua, la dosis de producto, y la selección y cantidad de agente tensoactivo. En cambio, para los aspersores de baño, limpiadores con ácido y sin ácido, los factores determinantes son: los envases de plástico, transporte hasta el usuario, y los ingredientes específicos. Además, el tipo de tensoactivo es muy importante para los blanqueadores.
Claramente estos estudios deben ser realizados para los productos que actualmente están disponibles en nuestro país y también deberíamos realizarlos para todos aquellos que se venden a granel en algunos comercios locales como productos de limpieza “biodegradables” o “amigables” con el ambiente; no sabemos cuales son los tensoactivos, ácidos o blanqueadores que utilizan, pero nos dicen que son amigables. Hoy en día debemos, como ciudadanos, conocer más y propiciar la apropiación del conocimiento por todas las personas para realmente basar nuestras decisiones en el conocimiento, seamos responsables, ¡ya no debemos argumentar que no sabíamos!

Una versión previa de este artículo fue publicada el día 3 de Febrero

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