sábado, 13 de octubre de 2012

Negro, rosa y verde


-Le mando un rayo solar -decía Juan mientras hacia un ademán con el brazo.
-Y yo le pego con la fuerza del Huracán -gritaba Alex mientras giraba con furia.
Saltando y cayendo como una gran gimnasta Fabiola decía:
-Te pego con mi energía geotérmica.
-Y yo te mando un biogas -decía tímidamente María, la más pequeña con algo de sobrepeso.
Cuatro niños que se revolvían en la arena, junto a las olas del Golfo de México bajo un cálido Sol. En la escena se veían cuatro parejas que, desde distintos puntos, observaban a los niños combatir a un enemigo imaginario, quien, por los ademanes y las cabriolas de los chicos, era totalmente acorralado, derrotado y humillado.
Cerca de la batalla estaban las toallas, las sandalias y algunos juguetes para la arena. Destacaba una historieta con colores muy llamativos; “Solaris vs Barril” se podía leer en la portada.
Era 2005, Año Internacional de la Física. Lo recuerda porque su madre la había llevado a muchos museos y conferencias, algunas bastante aburridas. Una de las cosas más interesantes fue haber ido a Universum, museo que la marcó para estudiar biología y donde compró el comic “Solaris vs Barril” un día antes de salir rumbo a la playa. Ya en la playa, junto con su hermana María estaban leyendo la historieta. Se acercó Juan, con su gorra de ADO, las vio y se unió a la ojeada de la historieta. Recordaba muy claramente al vendedor de los cocos, ese chamaco moreno con una vitalidad y un entusiasmo desbordante con el que compartió aquellas vacaciones en la Costa Esmeralda de Veracruz. Éste también se quedó viendo la historieta junto con ellas. Al preguntar el nombre al de los cocos contestó: Alex Pérez Pérez, con orgullo y porte. Nombre que le extrañó, ya que tenía el mismo apellido. No recuerda cómo, pero de pronto se vieron interpretando a los personajes. Cada uno de ellos escogió a uno de los luchadores técnicos para combatir al rudo Barril.

Negro tendencial
San Francisco CA, 20XX

Este recuerdo de la infancia fue provocado por la lectura de la noticia: “Alex Pérez Pérez, conocido narcotraficante, fue abatido por la policía en su natal Nautla después de un intercambio de metralla de tres horas”. Fabiola estaba triste leyendo las noticias en su antigua iPad sentada bajo el toldo que salía de su pequeño y viejo camper en las afueras de San Francisco CA. Veía la playa y en el fondo una neblina ligera. Eran las 10 de la mañana y al norte se vislumbraba un tenue arcoiris.
Con lágrimas en los ojos recordó a su hermana María muerta hacía unos años de un infarto. María nunca pudo reducir su peso, dado que su afición a la comida chatarra había sido alimentada en la escuela.
Fabiola cambió la aplicación y a través del skype le marcó a su madre, que vivía en la Cd. de México.
-Bueno
-Hola, mamá, ¿como estás?
-¡Ah, hija! yo creía que era una llamada de esos de los bancos para cobrarme lo que les debo. Aquí encerrada y, ¿tú, cómo estás?
-Por aquí bien, descansando, después de una larga semana. Tuve que trabajar 60 horas en la pisca para poder ganar algo.
-Hija... pero tú estás bien, yo aquí no puedo vivir de la pensión, y si no es por los dolaritos que me envías, no se qué comería.
-Shhh... click... click...
-Pinche iPad ... ¿no qué muy bueno? ... siempre fallas, ¿cuándo podré comprar el ultra-iPad, y esta señal que me robo, cada rato me la desconectan...
Fabiola sabía que a continuación su madre se iba a lamentar con ella de no haber podido cuidar más la alimentación de su hija menor, pues se tuvo que emplear en una maquiladora, después de que el proyecto de investigación donde trabajaba fue suspendido por falta de apoyo del CONACyT. La cantaleta repetida por más de veinte años, desde que María fue declarada hipertensa y diabética juvenil.
Transportada a otro tiempo, recordó su último viaje a México y el sentimiento de pena cuando, al subir el autobús en Cd. Juárez, se cayó y desparramó por el suelo su equipaje y con él la foto de su padre, madre, María, Juan y Alex en la playa, único recuerdo de su padre, que se suicido después de haber sido despedido de su empresa en el 2011. En ese momento un chofer se acercó y se quedó viendo la foto. Se presentó como Juan, aunque ahora estaba gordo, con una barriga cervecera, chimuelo y calvo. Recordaron aquellos momentos. Fabiola le preguntó si él era dueños del camión, ya que recordaba que el papá de Juan tenía varios camiones de ADO. En su breve plática, Fabiola, se enteró que debido a la crisis petrolera habían tenido que subir los precios de los autobuses y la gente viajaba menos y ya no iba de vacaciones, el padre de Juan quedó en la ruina. Por eso ahora era chofer de la ruta más transitada Cd. Juárez-México y con ello sobrevivía. Claro que Fabiola comprendía la situación, mientras en los Unites ella viajaba en tren, al llegar a México tenía que cambiar a un autobús que era más caro, feo y nada cómodo.
Fabiola, bajó la mirada, vio como desaparecía la imagen en el antiguo iPad, volteó al letrero que decía: Warning! White shark zone. No swim. Caminó paralela al arcoiris, directo a donde las olas reventaban.

Rosa deseable
Ocotepec, Morelos, 20XX

Este recuerdo de la infancia fue provocado por la lectura de la noticia: “Alex Pérez Pérez y María Sabines, conocidos empresarios de la Costa Emeralda, son premiados por su contribución al desarrollo del ecoturismo de Veracruz y a la creación de empleos de calidad”. Fabiola estaba muy tranquila leyendo las noticias en su Ultra-iPad sentada en la terraza de su casa en Ocotepec, Morelos. Miraba los árboles frutales de su jardín. Eran las 10 de la mañana y al norte se veían las nubes sobre la Sierra del Chichinautzin, y hacia el poniente, la flamante reserva ecológica de Cuernavaca con un tenue arcoiris coronando el Campus científico tecnológico de Morelos donde trabajaba.
Con orgullo y una gran sonrisa recordó a su hermana María, ahora, a veces la bióloga otras la Sra. Pérez, entrada en los negocios y artífice tecnológica de las ideas empresariales de su marido, controlando una diabetes juvenil a través de una dieta rigurosa. María junto con Alex, había generado un claro ejemplo de sustentabilidad en la zona de Nautla, a donde Fabiola y sus padres iban a vacacionar desde hace ya muchos años siendo testigos de como ahí en esa zona había bonanza económica, ambiental y social.
Fabiola cambió la aplicación y a través del skype le marcó a su madre, que vivía en la Cd. de México.
-Bueno ...
-Hola, mamá, ¿cómo estás?
-¡Ah, hija! yo creía que era una llamada de los periódicos preguntado por el modelo epigenético de las pitahayas que hemos desarrollado en el Instituto. Todo bien, y ¿tú?
-Por aquí bien, descansando, después de una larga semana. Estuve trabajando con los agricultores del estado para determinar e implementar las condiciones de sustentabilidad de la región de invernaderos.
-Hija, tu siempre pensando en las aplicaciones, tenías que ser como tu padre
¿Ya viste que le dieron un premio a María?
-Si usé mi Ultra-iPad para leer la noticia.
Fabiola sabía que a continuación su madre iba a contarle cómo gracias al programa de control de alimentos en las escuela y al apoyo del CONACyT de diez años, para el proyecto donde trabajaba, había podido cuidar la alimentación de su hija menor y le había enseñado a comer para controlar tanto la hipertensión, como la diabetes juvenil. Pero no fue así, su madre le dijo:
-Hija... te marco al rato, después de que me hablen del periódico.
-Ok, hasta el rato.
Transportada a otro tiempo, recordó su último viaje al Congreso de “Sustentabilidad Práctica” en Cd. Juárez, ejemplo moderno de desarrollo sustentable, y el sentimiento de pena cuando, al subir al tren supersónico en Cd. Juárez se cayó y desparramó por el suelo su equipaje y con él la foto de su padre, madre, María, Juan y Alex en la playa, bonito recuerdo de las vacaciones que había tenido. En ese momento un señor se acercó a levantarla y se quedó viendo la foto. Se presentó como Juan, aunque ahora estaba calvo, tenía un cuerpo atlético y llevaba en su mano una Mega-Ultra-iPad. Revivieron aquellos momentos en la playa. Fabiola le preguntó a qué se dedicaba, ya que recordaba que el papá de Juan tenía varios camiones de ADO. En su breve plática, Fabiola se enteró que, debido a la buena decisión gubernamental de cambiar el paradigma del transporte y a las becas para estudiar, se convirtió en un ingeniero civil dedicado al desarrollo de medios de transporte sustentable. Por eso, ahora, era director tecnológico de la ruta más transitada Cd. Juárez-México del tren supersónico mexicano y con este empleo estaba en constante contacto con los investigadores de diversas universidades del país para generar soluciones sustentables para este transporte público. Claro que Fabiola comprendía la situación, En sus viajes por los Unites ella se transportaba en un buen tren, pero al llegar a México cambiaba al supersónico que era más ecológico y muy cómodo y que usaba diversas fuentes de energía a lo largo del trayecto, solar en unas, eólicas en otras. En aquella ocasión ambos se alegraron de su juegos contra los rudos en la playa donde conocieron de las fuentes renovables de energía.
Fabiola, bajó la mirada vio como sonaba su Ultra-iPad. Era su madre. Miraba al arcoiris, era otro día apacible y lleno de esperanza.

Verde posible
Cd. de México, 20XX

Este recuerdo de la infancia fue provocado por la lectura de la noticia: “Alex Pérez Pérez conocido restaurantero de Nautla es premiado por su esfuerzo en el uso de la energía solar en su restaurante”. Fabiola estaba muy tranquila leyendo las noticias en su nuevo iPad sentada en la terraza de su departamento en la Cd. de México. Veía a través de la ventana la serranía del Ajusco enmarcada por un arcoiris; eran las 10 de la mañana.
Con algo de lástima recordó a su hermana María que sobrellevaba la hipertensión y diabetes juvenil desde hacía varios años siguiendo la dieta y trabajando como su madre haciendo estudios ambientales.
Fabiola cambió la aplicación y a través del skype le marcó a su madre, que vivía en a unos cuantos kilómetros.
-Bueno ...
-Hola, mamá, ¿cómo estás?
-¡Ah, hija! yo creía que era tu padre nuevamente diciendo que no podía enviarme la mensualidad, ya que su negocio sigue mal. Por lo demás todo bien, ¿y tú?
-Por aquí bien, descansando, después de una larga semana. Estuve soportando a los chamacos de la secundaría. Cada vez me cansan más y la pobre paga es terrible.
-Hija, pero de que te quejas tienes trabajo y estás formando al futuro.
¿Cómo sigue María?
-Ella está controlada ...
Fabiola sabía que a continuación su madre iba a contarle cómo gracias al programa de control de alimentos en las escuelas María había cambiado algunos aspectos de sus hábitos alimenticios, pero siempre comentaba que durante esa época crítica ella la había descuidado por andar buscando trabajo, dado que su proyecto solamente había sido apoyado por tres años.
-... hija te marco al rato, tengo que continuar con el trabajo de evaluación ambiental, de esos estudios cuyos resultados los gobernantes nunca hacen caso y solamente sirven para llenar el expediente de las construcciones.
-Ok, que termines pronto.
Recordó su último viaje a la Costa Esmeralda, donde al subir al autobús al ver al chofer se sorprendió y se cayó y desparramó por el suelo su equipaje y con él la foto de su padre, madre, María, Juan y Alex en la playa, bonito recuerdo de las vacaciones que había tenido; había visto a Juan quién continuaba conduciendo. Fabiola le preguntó: ¿cómo le iba?, ya que recordaba que el papá de Juan tenía varios camiones de ADO. En su breve plática, Fabiola, se enteró que, debido la importación de gasolina y diesel, el negocio de los autobuses tenía menos demanda, pero le daba para subsistir y mantener a su padre y a su hijo; y que, además, Juan compraba biodiesel para su camión. Aspecto que les recordó sus juegos de su niñez en la playa.
Fabiola, bajó la mirada, vio a su iPad y decidió continuar con la calificación de las tareas de sus alumnos.

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