miércoles, 31 de agosto de 2011

Desesperanzado ... mejor leer... para construir

En estas semanas las noticias nos abruman, pero la desesperanza que nos agobia es producto de los hechos, no fabricada por los medios, ni por los opositores al régimen tampoco son meras ilusiones. Esta desesperanza se magnifica cuando los elegidos para resolver los problemas esgrimen frases como: “y ... ¿yo por qué?” o emiten largos discursos, después de un acto de intimidación por parte de la delincuencia, diciendo que los culpables son otros: los gringos, los malos mexicanos, los que se drogan; pero temen y no aceptan que la estrategia actual contra la delincuencia ha fallado y, por lo tanto, no tiene resultados realmente positivos para la sociedad mexicana. No entienden que todos necesitamos calidad de vida.
Esta situación puede orientarnos a la inmovilidad, a no salir de casa, a escondernos, a negar lo que pasa. Estamos en esta vorágine de acontecimientos que nos agreden a todos y que solamente todos podemos atacar y evitar el camino que nos han obligado a transitar.
Son muy importantes las acciones que la sociedad ha tomado recientemente, las marchas por la paz con justicia y dignidad, el documento en contra de las reformas del Programa de Ordenamiento Ecológico y Territorial (POET) en Cuernavaca, las protestas en las redes sociales y muchas otras igualmente valiosas; sin embargo, éstas son acciones de momento, inmediatas en las que debemos participar y contribuir con nuestras ideas y conocimientos; pero que no conducen a la construcción de un orden acorde con los intereses de la sociedad mexicana. También es importante el periodismo local, las opiniones que cada vez más ciudadanos expresan en los periódicos locales, los reportajes de los periodistas profesionales comprometidos con los hechos, que también los involucran, todo esto contribuye cada vez más a generar una conciencia social. Sin embargo, cuántos de estos escritos se incorporan al conocimiento colectivo, es decir cuántos son leídos. En México cuántos leemos el periódico, cuántos leemos revistas de opinión, cuántos leemos notas de avance científico; para nuestro pesar la mayoría de las personas no leen, se contentan con ver la información digerida en la TV.
La verdadera construcción de una sociedad justa y en concordancia con su entorno solamente nacerá del conocimiento que posea la sociedad misma. En este punto, la falta de lectura es una limitante para la reconstrucción de la sociedad mexicana, en promedio un mexicano lee menos de 3 libros al año.
Por eso me pareció un ejercicio muy interesante el realizado la semana pasada por Carlos Carvallo en el periódico Reforma al entrevistar a 10 personajes (escritores, músicos, periodistas e intelectuales: Homero Aridjis, Martín Caparrós, Dr. Arturo Fernández, Bernardo Fernández "Bef", Tito Fuentes, Guadalupe Loaeza, Dr. José Narro Robles, Elena Poniatowska, Consuelo Sáizar, Guillermo Samperio, Juan Velásquez y Dr. José Woldenberg) y preguntarles los diez libros que debe leer todo mexicano antes de graduarse de la universidad. Por supuesto, que la población con acceso a la educación superior es minoritaria mientras en otras partes del mundo cerca del 80% de la población termina la educación universitaria, en México cerca del 20% concluye con éxito esta preparación y en este sentido la recomendación tendría limitaciones, pero tomémosla como una recomendación para cualquier persona letrada. Considero conveniente comentar, aunque sea someramente, tanto el ejercicio como las recomendaciones. Destaca que se haya escogido a 7 escritores, un músico y cuatro académicos como personajes a entrevistar (aunque dos de estos últimos dedicados a la administración desde hace más de una década); claramente la lectura se refiere a escritores, pero no deja de parecerme un sesgo peligroso considerar solamente la literatura como parte fundamental de la formación del universitario. Resalta en particular la ausencia de científicos e ingenieros como sector digno de opinar en la formación de la cultura del universitario o en general del ciudadano. Ya he comentado aquí del peligro que tiene una sociedad cuando se sustenta solamente en los aspectos sociales y humanistas. El adecuado balance entre estos aspectos y los científicos y tecnológicos es primordial para un propiciar una convivencia social y económica en un entorno ambiental sano.
En cuanto a las recomendaciones, también resalta que las obras recomendadas fueran fundamentalmente novelas o ensayos históricos, sociológicos, económicos o legales, muy pocas menciones a trabajos científicos y menos aún a trabajos técnicos. ¿Podemos entender nuestra realidad sin estas actividades humanas? Se recomendó a autores mexicanos, en su mayoría escritores o periodistas; pero a ningún científico o ingeniero. ¿Acaso los científicos e ingenieros no escriben libros dignos de ser leídos?
Quizás en la ausencia de lecturas científicas o tecnológicas esté la explicación de las caricaturas que presentan a los científicos como locos que quieren apoderarse del mundo, nada más falso e irreal.
Para remediar esto los científicos morelenses escriben cada lunes desde hace más de cuatro años en La Unión de Morelos; pero ¿quiénes los leen? Se intenta dar a conocer y discutir, desde una perspectiva científica, aspectos que son relevantes para entender nuestra realidad.
Las acciones que cambiarán nuestra actual situación de desesperanza empiezan por el conocer nuestro entorno, empecemos a leer, empecemos a informarnos, empecemos a generar nuestro propio conocimiento basado en ciencia y en el saber tradicional de la gente.
Recomienda un libro (escríbelos en comentarios) y lee otro que te recomienden. Empezar por algo que podamos hacer es apremiante.

Una versión resumida de este texto fue publicada el día 31 de Agosto

lunes, 29 de agosto de 2011

El valor del conocimiento científico

A principios de enero de este año estuve 11 días en Haití, donde con 13 colegas más impartimos cursos en la Universidad Estatal de Haití. La pobreza que encontré en Haití es comparable con la que he observado en Oaxaca y Chiapas, en múltiples conferencias, coincidencia que no debe orgullecer ni a México ni a Haití, más bien debe despertar indignación en ambos países.
Para aquellos que preguntan como es la situación de los haitianos, les puedo comentar que es muy difícil, como mencioné el 19 de enero de este año, los recursos naturales del país han sido explotados de una manera irracional y por lo tanto se han agotado. Ya no encontré bosques tropicales en el viaje de Puerto Príncipe a Jacmel, del centro al sur. Jacmel es un pueblo con una playa en el caribe, enfrente de Venezuela y en la misma latitud que Zihuatanejo, por lo tanto debería haber selva, ya no la encontré. Estos bosques fueron talados y convertidos en carbón para cocinar. Parece que en el pasado había grandes ríos, ahora son grandes causes con pequeños flujos de agua serpenteando en lechos casi secos. Una central hidroeléctrica alimenta la mayor parte de la electricidad de Haití. Observé viento la mayor parte de los días que estuve ahí y dado que el manto freático en las regiones que visité está en el orden de los cinco metros esperaba encontrar algunas aerobombas, como en la península de Yucatán o en la región del Valle en Jalisco, por citar algunos ejemplos. Pero mi decepción fue mayúscula cuando en la Facultad de Ciencias e Ingeniería no sabían como funcionaban estas bombas eólicas. También fui informado de la existencia de aguas termales con temperaturas cercanas a los 50 grados centígrados, pero desconocían la temperatura original del yacimiento geotérmico, esto mismo sucedía cuando preguntaba las velocidades de los vientos o el flujo de agua en los ríos.
Este tipo de desconocimiento me llevó a preguntar que hacía el sistema científico haitiano y la respuesta es que no existía. Esta respuesta me sorprendió. En mis adentros decía que seguramente Francia había ayudado al pueblo haitiano a generar cuadros tecnológicos que pudieran resolver la problemática del país. Así que realicé una búsqueda de artículos científicos en una base de datos internacional con al menos una dirección en Haití. El resultado me dejó estupefacto ... la base de datos solamente reportaba 540 artículos desde 1900 a la fecha. Para tener puntos de comparación, Morelos tiene una producción de más de 600 artículos por año, los artículos científicos con dirección de Temixco son más de 500 desde 1980 a la fecha. Esta ínfima producción científica me llevó a preguntar en qué se preparaban los estudiantes haitianos que iban a Francia, la respuesta que se me dio fue: en letras y humanidades y que sistemáticamente el gobierno francés negaba las becas en ciencia e ingeniería. Este aspecto es fundamental, se requiere un adecuado balance entre todas las áreas del conocimiento de la sociedad, entre todas sus actividades para conseguir un desarrollo sustentable.
Cuando revisé los temas que abordaban los artículos donde aparecía un colaborador haitiano me dejó todavía un sabor de boca más amargo. Las palabras relevantes eran: HIV, aids, trimethoprim sulfamethoxazole, congenital syphilis, pulmonary tuberculosis, anthrax, seropositive. En mi opinión, la pregunta obvia: ¿es Haití un laboratorio de enfermedades, fármacos y venenos?
Ninguna referencia a investigación en ingeniería sísmica, ¿acaso esto explica la deficiente reglamentación de construcción?. Ningún artículo sobre la biodiversidad de la región haitiana, se han sembrado especies muy agresivas en la región que no permiten el crecimiento de la flora autóctona. Ningún artículo sobre fuentes renovables de energía. Sería tedioso escribir tantas y tantas cosas que el desconocimiento científico produce.
En Morelos generamos conocimiento científico, es obligación de toda la sociedad aplicarlo y usarlo para su bienestar; no lo desperdiciemos. Lamentablemente, en Haití no lo tienen y menos lo generan; les costará mucho tiempo adquirirlo y luego poder generarlo. Esto es parte de la problemática mundial que todos padecemos y que sólo en conjunto podemos resolver.
Una versión previa de este texto fue publicado el día 26 de enero de 2011
Un día después de haberse publicado esta nota en esta bitácora apareció la noticia sobre los experimentos en Guatemala que ocasionaron más de 80 muertos.

miércoles, 17 de agosto de 2011

¿Qué futuro queremos?

En estos días las malas noticias nos siguen abrumando: desaparición de colegas sin resolver, saqueos -disfrazados de cateos- de casas de personas que como nosotros vivimos de nuestro trabajo, futuras construcciones en áreas de reserva ecológica. Anuncios de que las estrategias contra la delincuencia no cambian, disculpas a diestra y siniestra, sin acciones para remediar las amenazas que sufrimos todos los días, vociferaciones de que todo es por el progreso. Ante esto hay algunos radicales que gritan abajo el progreso, abajo la ciencia y la tecnología y se atreven a mandar bombas a personas que enseñan y generan conocimiento. Todo parece no tener sentido, nos agobia, nos inmoviliza.
Sin embargo, también hay acciones ciudadanas: se pintan pasos peatonales para reivindicar al peatón, protestas por los cambios suicidas en el Programa de Ordenamiento Ecológico y Territorial de Cuernavaca, movilizaciones en vivo, en las redes sociales cibernéticas y en los medios por los atentados en contra de los derechos humanos, por la paz y la seguridad.
Todo esto contrasta terriblemente con los logros de los jóvenes mexicanos en las olimpiadas internacionales de matemáticas y de informática, del éxito del fármaco mexicano con la picadura del alacrán y el trabajo cotidiano de millones de mexicanos que reciben muy poco como retribución a su esfuerzo.
En verdad la sociedad es un sistema complejo y su problemática debe ser entendida de una mejor manera. En mi opinión, una de las causas de los problema que nos aqueja es la ignorancia, no sabemos cuál es la situación de nuestro entorno, estamos empezando a conocer los efectos que causan nuestras actividades, tanto en nuestro entorno económico y social como en nuestro entorno ambiental. Hace apenas unos 50 años la masificación del uso de los plásticos prometía una vida más sencilla y placentera. Actualmente, disfrutamos de estas bondades, pero a un precio que no pagaremos nosotros sino las futuras generaciones. Todavía estamos demandando energía a toda costa y sufrimos accidentes nucleares que pudieron haberse evitado de haber seleccionado otras fuentes de energía, las renovables.
Como en todo sistema complejo, las interacciones de la sociedad con su entorno y entre sus elementos es más importante que los elementos mismos. Con esto quiero decir: el cangrejito barranqueño no es en sí mismo lo importante, sino que su existencia es un indicador de la salud de las barrancas y, por lo tanto, del bondadoso clima de Cuernavaca y de toda la biodiversidad que lo acompaña. Lo importante no son los bosques, sino sus relaciones con los mantos acuíferos, la biodiversidad y las interrelaciones con el clima, los productos agropecuarios y las posibilidades de convivencia y supervivencia de las comunidades que los habitan. Es decir, el entendimiento de las interacciones nos aportará conocimiento sobre la importancia que cada elemento del sistema tiene y que acciones podemos tomar para conjuntar una vida equitativa en el presente y futuro. Considero que hay acciones que si pueden dirigirnos a un mejor futuro para todas las especies vivas, primero a conocer el entorno económico, social y ambiental, para posteriormente actuar con conocimiento para aminorar la problemática de pobreza, deterioro de nuestro entorno y equidad.
Como mencioné antes, estas acciones están empezando a ser propuestas y realizadas por grupos sociales. Este fenómeno, ha permeado en diferentes ámbitos: Periodismos ciudadano, actividad que todos podemos hacer al difundir los hechos, principalmente a través de los dispositivos móviles de comunicación; Ciencia participativa, la generación del conocimiento realizada por los miembros de una comunidad y que se aplica directamente en la toma de decisiones locales; y más recientemente, en el ámbito político: Políticas Públicas Abiertas, definición de políticas públicas de gran aliento a través del consenso ciudadano y que pueden ser asumidas por diferentes partidos políticos.
Aspectos que parecen utópicos, pero los estamos empezando a ver, luchemos y esforcémonos por extenderlos, ése sí es nuestro futuro.

Este artículo fue publicado el día 17 de agosto

miércoles, 10 de agosto de 2011

Síndrome emperador.

Recientemente hemos oído el anuncio en la radio que narra el diálogo entre un supuesto secretario de gobierno, arguyendo que dado que Él es secretario, él ordena y dicta lo que debe hacerse. En la narración finalmente el secretario es despedido por “la gente” que es la que le paga.
Este fenómeno, donde la persona que es nombrada en un puesto de autoridad burocrática asume que, con este nombramiento, también posee la autoridad técnica sobre los asuntos de su nombramiento, es uno de los más graves problemas de toda sociedad, organización o institución.
Los dichos populares también han reconocido este fenómeno: “se sube a un ladrillo y se marea”. Para muestra de lo común de esta situación basta buscar en la Internet esta frase y observar que abundan las alusiones a políticos o burócratas; pero también puede pasar en las empresas o en organizaciones sociales o académicas por igual.
Esta actitud de soberbia e ignorancia ha causado infinidad de situaciones no deseadas, por decir lo menos. Déjenme comentar una que sucedió en el siglo XVII en Europa, concretamente en Suecia con un galeón de guerra, El Vasa o Vasen. En aquella época Suecia estaba en guerra con otras naciones europeas cuando el rey Gustavo Adolfo II ordenó la construcción un suntuoso barco de guerra. La idea del rey era poseer un barco que además de hermoso fuera en si mismo terrorífico y para ello ordenó que tuviera dos líneas de cañones a cada costado. En ese momento Suecia no contaba con arquitectos navales con experiencia en la construcción de galeones de doble línea de cañones. Es más, para diseñar los arquitectos navales del norte de Europa usaban tablas de dimensiones (altura, largo, ancho y demás) establecidas, que habían probado funcionar; a pesar de que Arquímedes había enunciado su principio de flotación varios siglos antes y que con ello era relativamente fácil calcular las dimensiones de una embarcación. El primer diseño del galeón se le encargó a un constructor de barcos holandés, Henrik Hybertsson. El contrato se firmó en 1625, pero en 1626 el rey mandó una carta al constructor en la que cambiaba las dimensiones del galeón. La sorpresa de Hybertsson fue que no encontraba esas dimensiones en las tablas antes mencionadas. El rey quería un barco más grande. En 1627, Hybertsson murió y un año después el galeón fue terminado siguiendo fielmente las dimensiones que el rey había ordenado. El resultado fue que en 1628 el Vasa se hundió el día de su viaje inaugural a escasos metros de la costa muriendo entre 30 y 50 personas. El rey solicitó una explicación y pidió castigo para el culpable del hundimiento. Hubo un juicio, primero se sospechó que la tripulación estuviera ebria, situación que no resultó cierta. Posteriormente se acusó a los constructores de haber fabricado el barco con defectos, cosa que tampoco se probó. En el juicio se ventiló el argumento de la carta del rey ordenando las nuevas dimensiones y fue lo que terminó con los alegatos. ¡No hubo culpado por el hundimiento! Al menos no hubo chivos expiatorios.
El final feliz, aunque 400 años más tarde, en 1961, después de un largo trabajo de preparación y de la colaboración entre políticos, ingenieros navales, ingenieros en materiales, arqueólogos, y muchos otros especialistas, se organizó un gran proyecto para reflotar el Vasa. Actualmente es un orgullo para Suecia mostrar este suntuoso barco en un museo promoviendo el turismo y proyectos de investigación en ciencia de materiales, arqueología marina y antropología social. Un ejemplo interesante de interacción exitosa entre ciencia y turismo, ¿cuántos de este tipo podrías armar en nuestros entornos?
He narrado rápidamente el fracaso del Vasa como una muestra de los errores que cometen personas en posiciones de toma de decisiones cuando confunden la autoridad burocrática (algunos dicen divina) de que son conferidos con la autoridad técnica, que la mayoría de las veces no tienen. Esto puede pasar cuando un presidente municipal, un secretario de estado, un gobernador, un presidente de un país, un director de empresa, un director de centro de investigación, en fin cualquier persona en un puesto directivo, toma decisiones sin conocimiento, y por intereses políticos o de imagen decide construir alguna obra sin la debida supervisión técnica o adecuada pertinencia. Así podremos tener hospitales sin equipo, puentes que se caen, estatuas ocultas, en fin diversos “elefantes blancos” que solamente sirven para tomarse la foto e inaugurarlos, incluso varias veces, o aun sin funcionar; pero no resuelven los problemas que aquejan a la comunidad y en muchas ocasiones sus impactos son funestos, como en el caso del Vasa.
Este fenómeno de marearse al subirse a un ladrillo ha sido compartido por presidentes, gobernadores, diputados, directores de empresas e incluso emperadores, por lo que le nombraríamos el síndrome del emperador Claudius. Esforcémonos por exigir la opinión técnica, social, económica de expertos sobre las posibles soluciones a los problemas que nos aquejan y vigilemos su seguimiento, establezcamos políticas pública abiertas con el consenso de todos. Estoy convencido que esta metodología pueden ser un remedio para el mareo.

Este artículo en versión abreviada fue publicado el día 10 de Agosto